martes, 14 de diciembre de 2010

Izza y maletas

Diciembre… mes de fiestas y de ponerse las pilas para estudiar antes de las vacaciones. Haré ambas cosas, así que durante este mes no les escribiré sobre cómo “estudiar en Francia y sobrevivir en el intento”, sino de cómo yo sobreviví en el intento durante mis primeros quince días en este país de quesos, vinos y malos olores.

De hecho, tengo otro blog, medio abandonado, de donde estoy jalando estas historias y que lo crée como un ejercicio de memoria (pues la mía es muy mala) para los años venideros.

Llegué a Lyon a estudiar pero estoy en Paris. ¿Qué pasó? ¿Por qué sufrí tanto al llegar? ¿Qué problemas tuve? ¿Qué experiencias graciosas pasé? Esto y mucho más durante diciembre. No cambie de canal y sobretodo ¡no lo leas!

***


El miércoles pasado me mudé con Izza, la chica con la que me contactó la universidad para el alojamiento temporal. Resulta que sus padres son de Marruecos. Sí, pues, muy francesa no parecía. Acá el comentario es el sufrimiento físico del que fui víctima nuevamente en lo que respecta a la mudanza. Mi verdugo: Las maletas.

Izza vive en un barrio que no está lejos del hotel donde me hospedé los primeros días en Lyon. Había que tomar dos metros, lo que re realidad no es gran cosa. La gran cosa era transportar mi mochila, mis dos maletas grandes rotas y el Carrión lleno de cosas. Me las ingenié para hacerle un asa a las maletas con los elásticos que vienen dentro de ellas para sujetar la ropa. Funcionó a la perfección pero nada tan cómodo como una maleta de verdad con sus aparatos de verdad.

(Vista desde el departamento de Izza)

Los paraderos de los metros son subterráneos y esta vez dije que no iba a usar las escaleras ni físicas ni eléctricas. Hay ascensores. Así que fui al paradero y ahí lo encontré. Como ya se había acabado mi ticket del metro, iba a necesitar comprar otro para el transporte. Ya soy un capo, así que tenía el sencillo listo en mi bolsillo. Grande fue mi sorpresa cuando veo que para comprar un ticket tenía que bajar a la estación. Aishhhhh. Así que dije, caballero no más, por las escaleras. Empecé a bajarlas en dos tiempos. Cuando llegué a la mitad estaba descansando y una chica que bajaba se ofreció a ayudarme. Excelente. La verdad que los y las de Lyon son muy gentiles. La bajamos y, oh sorpresa, nos topamos con que era una salida del metro pero no una entrada. Volvimos a subir y ella abrió el ascensor con su propio ticket así que viajé gratis 

Llegué al edificio de Izza sin problemas (subí del metro a la calle en ascensor). Casi llegando a la puerta una chica salía y se cerró la puerta. Tarde fue cuando me di cuenta que no había timbres ni nada. Sólo un panel numérico para marcar una clave y abrir la puerta automáticamente. A la lauuuuu, dije. No me quedó otra que tocar. Felizmente después de un par de minutos salió un pata que parecía y no parecía ser el conserje. También muy buena gente. Le dije directamente que buscaba a Izza antes que se me ponga bravo. Me respondió sonriendo “¿quién será? Ni yo la conozco”.

(Vista de noche desde el depa de Izza)

Comenzaba la última tarea de la mudanza. Subir las escaleras con las maletas. Izza me dijo que vivía en el cuarto piso así que, yo, vivo y casi ya francés, dije “ajá, en realidad son cinco pisos por el piso cero”. Fui subiendo los pisos y ninguno tenía una numeración lógica. Nada de 101, 102, 201, 202 o A, B, C. Cada departamento tenía una combinación de números y letras que ni siquiera comenzaban en 0, 1, 2, 3 ni 4. Si no me equivoco comenzaba en 6. $#&”%””%!! Felizmente en cada puerta estaba el nombre de quien la habitaba. Ufffff.

Pero bueno, lo más gracioso del asunto es que alguien me quiso jugar una broma con esto de los pisos. No fueron 5 pisos los que subí sino 7! En este edificio cada piso está compuesto por 2 semi pisos (son casi un piso!). Llegué al pseudo cuarto piso mojado de sudor. Toqué el timbre de Izza dos veces, toqué la puerta y luego salió. Me invitó agua de caño. Estaba rica e imagino que tengo casi inmunidad parlamentaria al agua de caño. Ah, bueno, el “timbre” no lo sintió puesto que no es un timbre. Era la luz del corredor del edificio. ¿No era obvio? Lo que pasa es que se apagan automáticamente luego de algunos segundos y entonces para no quedarte en la oscuridad mientras subes (me pasó en el quinto piso) hay que apretar nuevamente esos botones que están por todos lados. Muy ecológicos…mmm…Creo que voy a crear un manual sobre cómo vivir en Lyon siendo tercermundista. A que me hago rico, eh.

Luego de este heroico triunfo de mudanza, tocaba la segunda parte. Traer las otras dos maletas. Ya el trayecto no tuvo novedades, excepto subir nuevamente las dos maletas restantes a los pseudo 4 pisos. Llegué e Izza me invitó esta vez una cerveza que la sentí tan rica como si hubiera estado perdido en el desierto.

Estuvimos conversando un rato pues ella iba a salir con una amiga suya que vino de Canadá. La verdad yo estaba muy cansado y prefería quedarme. Todavía se siente incómoda conmigo. De hecho que con algo de miedo o desconfianza. Dormí en un sofá cama cómodo y casi de mi tamaño. Tiene sus ventajas eso de no haber crecido más. Dormí como una piedra.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

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