viernes, 3 de diciembre de 2010

Maletas, subidas y bajadas

Diciembre… mes de fiestas y de ponerse las pilas para estudiar antes de las vacaciones. Haré ambas cosas, así que durante este mes no les escribiré sobre cómo “estudiar en Francia y sobrevivir en el intento”, sino de cómo yo sobreviví en el intento durante mis primeros quince días en este país de quesos, vinos y malos olores.


De hecho, tengo otro blog, medio abandonado, de donde estoy jalando estas historias y que lo crée como un ejercicio de memoria (pues la mía es muy mala) para los años venideros.

Llegué a Lyon a estudiar pero estoy en Paris. ¿Qué pasó? ¿Por qué sufrí tanto al llegar? ¿Qué problemas tuve? ¿Qué experiencias graciosas pasé? Esto y mucho más durante diciembre. No cambie de canal y sobretodo ¡no lo leas!


***

Llevo unas horas en Lyon luego de mi partida de Lima y ya aprendí la primera lección. Comparar maletas que duren. Lo barato sale caro. En principio, el primer problema fue que tenía 3 maletas con rueditas para jalar pero sólo tengo 2 manos. Era imposible llevar las 3 de una forma fácil pero me las ingenié, claro, sufriendo y avanzado lento. La cosa es que me fui en un bus desde el aeropuerto hasta la estación del metro. Hasta ahí estuvo tranquilo.

Llegar al metro fue la cuestión! Había que atravesar varias escaleras eléctricas que no están diseñadas para facilitarle la vida a quienes tienen 2 manos y 3 maletas. Tomé la primera escalera eléctrica pero una maleta de las grandes se me quedó arriba. La vaina fue que se quedó arriba pero el asa para jalarla estaba extendida y se fue golpeando con las escaleras eléctricas. Fui rápido a recuperarla pero no alcancé y se rompió el asa. Aún podía jalarla del asa pequeña que tienen todas las maletas pero igual era bastante incómodo.

Entonces, el siguiente reto fue comprar un ticket para el metro. Quise comparar un ticket que te permite entrar 10 veces al metro y así ya despreocuparme por las siguientes compras. Sin embargo, la máquina que te vende tickets sólo aceptaba monedas y tarjetas de crédito. Tenía un par de monedas, mi tarjeta de débito de Perú no era aceptada y me sobraban los billetes. El reto, ahora, era conseguir sencillo.

La estación de metro estaba casi vacía y le pregunté a un patín si tenía y me dijo que suba pues arriba había tiendas. Ok, ahí vinieron otras escaleras eléctricas ya con algo de cansancio. Fui a una tienda y compré una coca que la sentí riquísima. Pagué con 10 euros y me fui al piso de abajo para comprar el ticket. Llego a la máquina y resulta que el ticket estaba 13 euros y yo solo tenía 8 y algo puesto que pagué con 10 euros. Qué pavo!!!!! Nuevamente subí y le pedí a la chica que me cambie oooooootro billete. Ah, bueno, me olvidé de contar que cuando subí caaaaaasi me caigo. Ahora sí, llegué por fin a la máquina de ticket con lo necesario y me di cuenta que no tenía por qué comprar un ticket para 10 viajes sino que simplemente me bastaba comprar 1. La diferencia es que este ticket vale 1 euro y algo y desde Madrid, donde hice escala, ya tenía ese euro y tanto. Aishhhhh. Luego vinieron oooootras escaleras eléctricas y por fin subir al metro. Comprenderán que estaba cansado, sudando más que cuando hago gimnasio y sólo subir al metro era toda una experiencia. Cada una de mis maletas pesaba 30 kilos.


Llegué al paradero del metro y me di con la sorpresa que las escaleras eléctricas se acabaron pero no para dar paso a lo llano sino para la aparición de escaleras normales. Había que subir algo como un piso y medio. Acá no pude con todas las maletas a la vez y lo hice de una en una. En ese tránsito, la única asa de la maleta que ya estaba rota se zafó. Se zafó de un lado y prácticamente había que arrastrarla. Llegué a la salida del metro y me pareció toda una conquista!!! ¿Así se habrán sentido los españoles al llegar al Perú? Estaba muy cansado.

Para ubicarme rápido le pregunté a unas señoras dónde se ubicaba la calle que buscaba y me dieron cierta orientación. Una de ellas me vio con mis maletas y me dijo algo así como "¿con todo eso vas a ir?" Le puse la carita del gato de Shrek y creo que se apiadó de mí. Me ofreció su ayuda para ayudar a llevar las maletas hasta el hotel. Pucha, qué buena gente la tía y eso que era una flaca medio vieja. La verdad que sin ella no se cómo hubiera llegado al hotel.

Conversamos durante todo el trayecto que fueron unos 10 minutos y me subió un poco los ánimos tener algo de contacto humano. Además, la señora era una muy buena persona. Ella acababa de salir del cine con una amiga suya. Vio una película sobre una pareja gay israelí. Este comentario no tendría sentido si no fuera por lo siguiente. En algún momento asocié "enamorada" con "él" en lugar de con "ella". Entonces, cuando lo hice, la tía me dijo "ohhh, qué coincidencia, no crees?". Pensó que era gay. Le hice la debiiiiiida aclaración. Hasta me pidió perdón.

Finalmente llegué al hotel y le di muchas gracias a la tía. Me dieron las llaves de mi cuarto y todo estaba bien hasta que veo qué piso era: el tercero! Bueno, dije, no creo que sea tan difícil después de todo lo que ya había hecho. Tuve que subir las 3 maletas una por una. En realidad subía una un piso y luego subía la otra, y así sucesivamente. Ah, olvidé mencionar que lo que nosotros llamamos 1er piso es llamado por los franceses como piso 0, así que en realidad fueron 4 pisos peruanos. Llegué a la habitación de hotel y mis brazos ya estaban como los de popeye!!!! Tomé una ducha, arreglé mis cosas y luego salí a comer. Ya eran como las 11.30 de la noche.

2 comentarios:

Adriana HDEZ dijo...

Creo que todos devenimos escritores de nuestras memorias en cuanto pisamos suelo francpes... jaja
excelente historia!

o.o dijo...

Sí, eso es totalmente cierto!!

A ver cuándo escribes una historia para el blog :)

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