Diciembre… mes de fiestas y de ponerse las pilas para estudiar antes de las vacaciones. Haré ambas cosas, así que durante este mes no les escribiré sobre cómo “estudiar en Francia y sobrevivir en el intento”, sino de cómo yo sobreviví en el intento durante mis primeros quince días en este país de quesos, vinos y malos olores.
De hecho, tengo otro blog, medio abandonado, de donde estoy jalando estas historias y que lo crée como un ejercicio de memoria (pues la mía es muy mala) para los años venideros.
Llegué a Lyon a estudiar pero estoy en Paris. ¿Qué pasó? ¿Por qué sufrí tanto al llegar? ¿Qué problemas tuve? ¿Qué experiencias graciosas pasé? Esto y mucho más durante diciembre. No cambie de canal y sobretodo ¡no lo leas!
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Este sábado fue mi primer fin de semana en Lyon. En la semana había recogido un folleto de la Cruz Roja haciendo propaganda sobre unas charlas de primeros auxilios gratuitas que se harían en la Place de la Republique. Tengo que mantenerme ocupado para no pasar triste los primeros días de llegado.
Fue interesante. En todo momento me acordaba lo que mi hermano me contaba de sus clases de primeros auxilios. A medida que llegaba la gente, formaban grupos de 6 personas para que les den las clases. Las clases se hacían en una carpa y había un montón de ellas. Según la propaganda que nos dieron en Alemania el 80% de sus habitantes sabe primeros auxilios. A la lauuuuuu. Eso era como para que los franceses no se queden atrás.
El grupo de personas con el que me tocó tuvo sus particularidades. Había una pareja de ingleses, una chibola francesa muy tímida, una tía y su hermana también algo tía. Esta última chica tenía retardo en algún grado, sin embargo, tenía mucha iniciativa. Tuvimos dos instructores, un chico y una chica, ambos un poco raros. Sobre todo la chica. Era tímida y además se notaba que también tenía algún tipo de problema de aprendizaje o algo así. Ah, además, era su primera vez dando la clase y estaba bastante nerviosa.
Nos enseñaron qué hacer cuando encontramos un accidentado, a qué número llamar y esas cosas. Dije que el número era el 911 y el patín me respondió: “No, eso es en Estados Unidos”. Ohhhhh. La cosa es que por todo el tema de la gripe en las clases de primeros auxilios cada 2 minutos nos daban pañitos o algo para limpiar el maniquí con el que trabajábamos.
Hubo un momento muy gracioso, lleno de candidez. Nos formaron en grupos de a dos y uno tenía que hacerse el accidentado que había perdido el conocimiento pero que respiraba. Lo primero que había que hacer era verificar si respiraba y, como el supuesto era que sí, se le acomodaba los brazos y piernas para ponerlo de costado.
La cuestión es que para este ejercicio una de las parejas formadas fue la tía que tenía algunos problemillas y la instructora. Esta última era la supuesta accidentada y la tía debía atenderla. A ese momento, ya nos habían dado mil y una indicaciones que confundían bastante, así que la tía sufrió la confusión. Siguiendo lo que nos dijeron, empezó a verificar si la accidentada había perdido conocimiento. Como en teoría había perdido el conocimiento, había que voltear a la persona por atender, pero la tía se confundió y pensó que había que dar respiración boca a boca. Iba acercando su boca a la de la “accidentada” mientras que su hermana le decía “no, no lo hagas”. Se lo dijo como 3 veces. La “accidentada” tenía cara de infarto pues sus bocas llegaron a estar a unos centímetros.
Todo terminó y me dieron mi certificado, un polo, un cepillo de dientes de viajero, un llavero, afiches y un plástico para cubrirse la boca para cuando se tenga que hacer respiración boca a boca. Muy bonito e importante lo que aprendí.
(El polo dice "mis manos saben salvar vidas". No me tengan tanta confianza)
Luego estuve paseando y me encontré con dos cosas interesantes. La primera fue un grupo de chibolos, entre 13 y 18 años quizá, que bailaban. Pero no bailaban ritmos actuales ni antiguos sino que hacían una especie moderna de breakdance donde se forman como “bandas” que se retan unos a los otros. Todo es pacífico por supuesto.
La otra cosa interesante que me crucé estuvo en una plaza donde se instalaron a bailar tango. Casi nadie bailaba bien puesto que todos los bailadores tenían más un pie en la otra que en esta. De todas formas estuvo bonito. Me senté a verlos y justo había una chiquilla a mi costado que se estaba cambiando de zapatos. Eran zapatos de tango pues tenían el taco bien alto. La verdad lo adiviné porque los sacó de una bolsa que decía “tango”. Le pregunté si ella iba a bailar y me dijo que sí. Pensé que era argentina pero resultó que era turca y que ahí aprendió el tango. Un poco raro. Bueno, esa chica era la que mejor bailó. Ahhhh, casi lo olvido. Todo esto se hizo en una plaza a la que parece que siempre van skaters. Y estos patas se paseaban por en medio de la pista de baile como nada. Los que bailaban tampoco parecían incomodarse aunque luego noté que sí y que los skaters fueron muy impertinentes.
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