Este post es la continuación de este otro, y trata sobre esas cosas tan raras de hacer las cosas en algunos países.
El “timbre francés”
Y un día a los franceses se les ocurrió guillotinar al timbre (ring ring para avisar a alguien que estás en la puerta de su casa y, obvio, que te abra la puerta). Es un sujeto ahora marginal, casi desaparecido. Este hecho no lo registra ningún libro de historia. Sólo se sabe que ya no existe casi en la mayoría de casas y edificios. Esta vez la tecnología no reemplazó al hombre sino al timbre. Una especie de teclado numérico lo reemplaza y solo conociendo la clave secreta (el famoso “digicode”), voilà, se te abrirán las puertas… de tu anfitrión. Nota aparte: si es invierno y no tienes el digicode, no te esfuerces en gritar para avisar que llegaste. Las ventanas de doble vidrio siempre están cerradas.
El “piso francés”
Esta gracia le ha costado muchos dolores de cabeza y de espalda a millones de personas (ver, por ejemplo). El piso “francés” es un matemático poco flexible que no conoce de malas cuentas. Como en pocos países, las edificaciones con más de una plata, se empiezan a numerar con el número 0. Lo que en algunos países un edificio de 5 plantas equivale a 5 pisos, acá equivale a 4. Ya no haremos referencia al primo del piso “francés” – uno más exquisito – que además de luego de contar el piso 0, sigue con el “entresol” y recién luego con el piso 1.
La “numeración de hogares francesa”
No contentos con marearnos con el “piso francés”, un pariente de cercano hace su aparición. Esta vez, una dama: la “numeración de hogares francesa”. Afortunadamente, hay pocos especímenes. Caprichosa, terca y única. La casa de un francés puede tener la numeración 14, la de su vecino de al lado “14 bis”, la del siguiente “14 tiers” e incluso podría haber una versión siguiente con referencia a una cuarta posición. Todas serían residencias distintas.
(acá foto)
(usa tu imaginación)